Anecdotario I

Cosas que se cuentan

Nota publicada por Raúl Rojas en El Timón de Noviembre del 2000

En todos los trabajos que realiza el hombre, existen ricos y curiosos anecdotarios, pero en nuestro trabajo creo que se notan más.
Quizá por el sistema de convivencia. Los sucesos que se dan sobre los barcos en forma casi cotidiana y que el imaginario popular colorea, nos dan características muy particulares…
Vayan pues unos botones de muestra:

1. Dicen que en la época de los «Santa», – para los más jóvenes, barcos de factoría de gran porte, que también traían pescado fresco en cajones de madera, sucedió en una ocasión que encontrándose Miguel R. trabajando con unos cabos en la popa, de pronto vio que un compañero que se encontraba en la proa cayó al agua. Con el nerviosismo que es dable imaginar dada la premura del caso, y en su afán de socorrer al compañero, le arrojó un cabo con una lanzada en el extremos ,con tanta fortuna que ¡¡lo enlazó del cuello!!
El compañero desde el agua hacía desesperadas señas para que lo soltara ya que lo estaba ahorcando, pero Miguel no lo largaba por miedo a que se ahogara. Así estuvieron un rato, hasta que en determinado momento, no sé cómo, logró subirlo,.

2. Otra historia curiosa es la de Sergio M. Quienes lo conocen saben que al momento de despertarlo hay que andar con un ojo bárbaro porque te pega cada julepe que ni te cuento. Pasa que se sobresalta con mucha facilidad y da unos saltos en la cucheta que si te agarra distraído…ni jabón que te pegás.
Parece que nuestro amigo tiene una conexión extraordinaria con lo vivido durante el día y los sueños que le guardan el descanso.
Hace poco, vimos la película «Anaconda» y de noche andaba a los piñazos con el mamparo, y a cabezazos con la repisa de la cucheta; posiblemente, en violentos enfrentamientos donde nunca le toca ser el héroe victorioso .
En la historia que nos toca hoy, no se si hubo incidentes externos que incidieran en el sueño, o simplemente es que faltaba poco para completar el barco y la imaginación le jugó una mala pasada adelantándole el reloj.
El caso es que estando con un grupo de compañeros en el comedor, lo vieron pasar rumbo a la cubierta…¡Con el bolso en la mano!…como quien va pa’ la casa nomás….Salieron a la carrera atrás del tipo, aunque para su fortuna, dice que cuando vio el agua y no vio el muelle «se recordó» y volvió a tomar conciencia de donde estaba.
Hubo otro caso similar en este mismo barco que fue el del «Traca», al cual un maquinista lo atrapó porque ya se iba.
Casos curiosos tal vez producto de la tensión causada por la «machina» (exceso de trabajo) de aquellos años.

3. Sin duda con harta frecuencia se dan situaciones cercanas a la tragedia pero que acaban siendo una anécdota o algo insólita y en muchos casos jocosa…, como habrá sido tal vez el caso de Ortiguera, cuando en plena maniobra levantando el pescado por la banda el barco da un rolido y lo despide hacia afuera; pero sucede que en el preciso momento en que él cae, se venía levantando la bolsa lo que tensó el paño que había en el agua y éste actuó como una onda de modo tal que antes de que nadie atinara a realizar el más mínimo movimiento en procura de ayudar al compañero, éste ya había sido lanzado hacia arriba nuevamente a bordo, por el paño de la red. Imaginen esto a una velocidad que hizo inútil el más mínimo movimiento defensivo en los espectadores del suceso. Él mismo, fue y vino tan rápido que no llegó ni a comprender lo que sucedía.

4. Seguramente no fue igual para «el Gato» Escarone que a bordo de uno de los CALON mientras amarraba cajas en la proa al parecer reventó uno de los cabos y el hombre se fue al agua con tan mala fortuna que ninguno de sus compañeros se percató del accidente. Para colmo de males el barco ya había ¡¡pasado la escollera hacia afuera!! Ni que decir que el barco siguió navegando como si nada…
El compañero como pudo llegó hasta una de las boyas del canal y allí aguantó hasta que una lancha de los Prácticos lo avistó y lo rescató.
Posteriormente el barco alertado volvió por otro marinero, porque según sé…éste Gato no volvió a navegar…

5. De postre dejé este caso que involucró a varios compañeros los cuales…volvieron a nacer ese día…
Esto sucedió en…no sé qué barco, pero según se sabía el «contra» era Benitez.
Intentaban levantar una enorme pasteca de algo así como doscientos kilos, para colocarla en el extremo de la pluma de cubierta para lo cual se habían valido de un grueso cabo.
Los que estaban trepados en la pluma no lograban hacer coincidir los cáncamos para introducirles un seguro con el cual dejarla firme.
En el capirón estaba Benítez que era quien dirigía la maniobra. Temperamental como es y ya que las cosas no le salían como él tenía previsto, cuando quisieron acordar el hombre había abandonado la maniobra y muy exaltado gesticulaba…¡¡ Mientras los demás parados debajo de los
doscientos kilos de la pasteca, observaban…cómo no se caía!!
Nadie sabrá en qué momento el cabo se mordió a sí mismo, (algunas hebras sueltas quizás), lo que mantuvo la enorme masa de hierro suspendida sobre sus cabezas.
Una especie de milagro de los que vemos casi a diario en este trabajo.

Posiblemente eso les haba recordar alguna historia de la que ustedes mismos fueron partícipes…¿Por qué no las mandan a info@desdeelmuelle.com?

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