El Bar Iberia – El viejo «Bar de los Pescadores»

Compartimos con uds. una nota del libro: “Boliches Montevideanos. Bares y cafés en la memoria de la ciudad” de Mario Delgado Aparaín, Leo Barizzoni y Carlos Contrera y digitalizada por Café Montevideo, sobre el Bar Iberia (Uruguay esq. Florida), antiguamente conocido como el «Bar del Puerto» o «Bar de los Pescadores». Un buen lugar para reunirse a brindar este fin de año. Salú!

 

Cuarenta años atrás los marineros rusos y polacos que volvían de pescar el calamar y el pez luna en el Atlántico Sur, bajaban de los barcos, subían por Florida hasta la calle Uruguay, se metían en el “Iberia” y dejaban allí sus historias, sus melancolías incomprensibles y su sed insondable. Se dice que entre 1980 y 1990, el “Iberia” fue el bar donde más cerveza se consumió en todo Montevideo. Mientras tanto, modositas en la esquina y vestidas para la guerra, esperaban pacientemente afuera las muchachas, porque los dueños, los hermanos asturianos Antonio y Ramón Alonso, no permitían que entrasen para no perturbar la imagen de seriedad del bar.

“Estábamos al borde la zona roja”, recuerda Elisa Saad, “Chola”, que desde siempre tiene allí una mesa donde “levanta quinielas” entre los clientes y que todavía sueña con ser escritora alguna vez. “De todos modos, ellas cuidaban los modales y jamás armaron líos. Al contrario, aquí venía gente como Hugo del Carril, que siempre se sentaba en la mesa seis a esperar a que abriese el Banco Central, porque él, además de cantar, criaba chinchillas y venía una vez por mes a Montevideo y se sentaba allí con toda seriedad y en silencio y nadie lo molestaba. A lo sumo, entraban cuando venía el “Vagoneta”, un hombre amado por las mujeres de la vida, porque además de ser un gran tipo vendía jabones, antisudorales y perfumes.”
En los tiempos que corren, el “Iberia” es atendido por José Antonio Alonso y ocasionalmente por Rosario Alonso -quién además pinta al óleo en un taller cercano-, jóvenes hermanos, hijos de Antonio Alonso y de Babila Parcero. José Antonio todavía recuerda cuando en su niñez la Señora del Carnaval, la Negra Johnson, lo sentaba en la falda en una mesa del rincón y le contaba cuentos, mientras al otro lado de la mesa reía la morena Rosa Luna.

Una de las historias que “Chola” Saad recuerda, es la legendaria borrachera del “Ruso” Abelenda, un marinero que antes de bajar del barco ya venía maltrecho de whisky y que, camino del “Iberia”, encontró un día una Biblia tirada en la vereda. Ya en el bar, le dijo muy solemne: “Chola. Aquí, bajo el brazo, traigo a Dios apretado…” Y a continuación le entregó la Biblia y agregó: “Tomá, cuidalo bien. Y si ves que se mueve mucho, me llamás…” Años después, “Chola” Saad lo recuerda con ternura y reflexiona en voz alta. “Lo que es el destino… El “Ruso” Abelenda murió sentado en la casa, tomando un vaso de leche.”
Sacando el cielorraso de chapa -que tal vez algún día se saque-, el escenario del “Iberia” es hoy tal cual fue en sus tiempos de “bar del Puerto”. Ya no lo es, pero sus historias siguen ahí. Y agrega a ello una virtud poco común entre nosotros: vale por dentro y luce por fuera, con discreta presencia en el marco de un edificio de finas línea clásicas.

 

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